21.7.16

Babel

Leo con agobio (no precisamente estival) las columnas de opinión de los periódicos, las entrevistas, los análisis, oigo con no menos agobio a los expertos habituales en la radio, también los veo en televisión saltando de programa en programa, de cadena en cadena, llenando las cajas vacías del tiempo, de la nada y de la incertidumbre, y entre unos y otros (hay ascuas, hay sardinas y hay sobre todo arrimaderos), para reponerme, me refugio en los libros que me gustan, como (ahora mismo) Nembrot (Transmisgracines y máscaras), de José María Pérez Álvarez, que acaba de publicar Trifolium en una nueva edición, más amplia, definitiva (la novela apareció en 2002 en DVD), donde encuentro la frase (que subrayo, no en vano dio pie Nemrod con sus delirios a tanta algarabía: «Fuit autem principium regni eius Babylon» [Babel fue el comienzo de su reino], Gn, 10, 10) «y seguía penosamente, más porque tuviera que decir algo que porque tuviera algo que decir» (pág. 350), que tan bien les cuadra a los profesionales de la tóxica e inclemente verborragia de este verano agotador.