23.6.12

Un soneto para Santiago Antón

El poeta echa de menos las antiguas conversaciones de los jueves por la tarde con Santiago Antón y mira con añoranza el aparcamiento vacío cada vez que pasa por donde solía

Pasan los días y los años pasan
y nosotros, Santiago, envejecemos,
cubrimos con los años los baremos
que auguran ocio y que retiro amasan.

Horas y sitios en compás fracasan,
por ámbitos ausentes nos movemos
y apenas si nos vemos, o nos vemos
cuando al azar las rutas se acompasan.

Por eso la costumbre que hubo antaño
de charla amena en tu departamento
aún mantiene mi ánimo cautivo

de ese mudo rectángulo en que extraño,
junto al bronce sedente y pensativo,
el gran vacío de tu aparcamiento.